martes, 26 de enero de 2010

Retazos inconexos: Luz, más luz

La luz, que había tardado ocho minutos en llegar desde el Sol -a unos ciento cincuenta millones de kilómetros-, pasando al lado de las órbitas de Mercurio y Venus, cortando la nada como una expedición polar corta el hielo, atravesó una atmósfera compuesta mayoritariamente por nitrógeno, y depositó en la Tierra sus colores.
En algún momento de su corto periplo, mientras convertía una madrugada azul oscuro en una mañana gris, un alumno que estaba sentado en la ventana de su clase de dibujó técnico advirtió algo curioso y, aunque en el fondo sabía que no, nuevo: la luz se había descompuesto, y ahora su espectro recorría el cielo entre diminutos prismas acuosos.
-Vaya, un arco iris -dijo, a nadie en particular.
Silencio.
-Impresionante, creí que nunca volvería a ver uno. Este curioso planeta cada día me sorprende más y más -se dejó oír al fondo.
El profesor de dibujo, sin embargo, se levantó, y caminó hacia la ventana. Era artista, un pintor reconocido que había rechazado dar clases de arte para enseñar dibujo técnico y, en sus propias palabras, luchar contra la mediocridad artística contemporánea -no participando en la producción en masa de artistas.

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